martes, 22 de febrero de 2011

DESOVE ELECTORAL


En estos próximos meses se produce en ríos, pantanos y lagos un fenómeno natural protagonizado por la fauna acuática que los habita, el desove. Período de tiempo en el que podemos observar como ejemplares de las distintas especies abandonan los lóbregos fondos en los que habitan el resto del año para ir tomando posiciones en las aguas más someras de las orillas, buscando espacios de transparencia para su progenie.

A tres meses de la convocatoria de elecciones municipales, este mismo acontecimiento se repite en el más lacustre que fluvial panorama de la precampaña entre los candidatos de los distintos partidos. Ellos, al igual que los peces, emprenden un metódico éxodo de esos espacios de sombra en los que habitan durante el mandato, para ir tomando posiciones en las orillas, a fin de hacerse no sólo raramente visibles sino extramente accesibles, dando así inicio a su nada natural puesta, en la procura del voto, el huevo del óvolo de poder que persiguen y por el que no dudan en enzarzarse en una confrontación en la que la única regla que rige es la de golpear con contundencia y eficacia al contrincante.

Busco explicar con el paralelismo el extraño afán de unos y otros por copar portadas de periódicos, por mostrarse afables y dispuestos a todo manejo, por más ignominioso que sea, siempre que les suponga ocupar lugares en los que hacerse presentes hasta en la ausencia, tanto que le resulte imposible al votante ignorarlos.

José Romero P.Seguín.

domingo, 6 de febrero de 2011

FE Y DEMOCRACIA


Los occidentales contemplamos a caballo entre la lógica inquietud y la razonable esperanza las revueltas árabes, y es que nos preocupa la llegada al poder de los islamistas.

Para conjurar este temor deberíamos alcanzar a comprender que los pueblos se debaten entre dioses y diablos, y que sólo aquellos que han sido capaces de equilibrarlos les ha sido permitido constituirse en sociedades, sino sanas, si al menos habitables.

El peligro de que se estén atando en vez de liberando, es real, tanto como entender que es un paso al que están obligados. Se han de encontrar, llegado el caso, bajo el yugo del dogma para tener así idea cabal del devastador efecto de éste sobre la razón.

A día de hoy habita en ellos, o cuando menos en importantes sectores sociales, la idea de un dios capaz de dar respuesta a todos sus problemas a través de la expansión religiosa.

Nuestra tranquilidad no debería tener precio y en su caso nunca el de tantos hombres y pueblos sojuzgados. Pero lo cierto es que va a caer en estas dictaduras la última frontera del colonialismo en su largo proceso de repliegue, y que vamos a quedar expuestos a su devenir sociopolítico y religioso, y que hemos de saber estar con ellos alentándolos a dar pasos en la tarea de constituirse en sociedades libres. Sin obviar que en ese aliento ha de viajar la firmeza necesaria para repudiar sin complejos ni ambigüedades la más leve tentación de confundir fe con democracia.