La Iglesia se adentra de la mano del Papa en la senda de la desproletarización de Jesús, en beneficio de una concepción, permítaseme el termino, más “pija”. El primer paso es escamotear del establo donde nació, la mula, el buey y los pastores, en atención, supongo, a su falta de salubridad y decoro. Manteniendo, eso sí, intacta la condición de virgen de la madre y putativo del padre. Embarcado el rentista del dogma en tal cerrazón intelectual, debió cuestionar esto último, porque es menos creíble que el hecho de que un humilde carpintero y su mujer hubiesen sido padres naturales de un dios que buscaba ser hombre y como tal engendrado y parido.
Pero claro, la cuestión no era entrar en tal disquisición científica sino en la inquisición teológica e ir suprimiendo de la biografía del Mesías aquellos aspectos de su nacimiento que junto con sus palabras y actos le han llevado a ser tildado de comunista.
Intuyo que la curia busca reconvertir al visionario “pupas” en un instruido triunfador. Porque lo que ahora seduce es el hombre de éxito, ese que camina con su supernova de la fortuna estampada en la frente y hace caja en el “Belén” de la ocasión económica. Olvidando que fue la empatía del paria y no la antipatía de Yavé la que le dio acceso a los movimientos progresistas que han iluminado a la humanidad.
Jesús dio de la mano de Pablo un impulso universal al cristianismo, Benedicto XVI va camino de privatizarlo.