Esa es la expresión preferida a la hora de justificar el elevado gasto que supone mantener el mastodóntico aparato administrativo y político que soporta el país. Tendría sentido, sí como en el caso de la familia burguesa fuese, en la metáfora, uno sólo el pájaro, y no una bandada como es en el nuestro, por lo que tal vez no resulte tan descabellado plantear someterlo a recorte.
Diecisiete gobiernos autónomos, los dos de las ciudades de Ceuta y Melilla, el central, todos ellos acompañados de sus Parlamentos y sus correspondientes aparatos administrativos, más el Senado y la Corona, se me antoja, sin necesidad de atenerme a dar cifras, excesivos.
Juzgo que si un día dispusiésemos a todos los funcionarios y políticos en hilera, ésta sería, al igual que la gran muralla china, visible desde el espacio exterior.
Qué pensaríamos de una persona que teniendo unos ingresos de mil euros al mes, contratara para administrarlos una empresa que le cobrara dos mil. Que es idiota: sentenciaríamos sin vacilar. Pues en esa idiotez vivimos hoy gastando en gestión cifras de todo punto de vista intolerables si las comparamos con la exigua renta de que gozamos.
España es hoy una nación habitada por gobiernos. Gobernada hasta la saciedad. Cercada de centros oficiales. Como panteones en cementerios, así abundan unos y otros. No hay palacio, palacete, caserón, casona, y en su ausencia o como complemento se levanta uno nuevo, en el que no se lea aquí yace la sede de un ministerio, diputación, ayuntamiento, consejería u organismo autónomo.
En estas horas de gravísimos recortes deberíamos reflexionar sobre la verdadera necesidad de tanta segregación, de tanto autogobierno, de tanto derroche para un fin en el que coincidimos todos, el de ser gobernados con eficacia y justicia.
España limita en cada una de sus orientaciones con sus respectivas instituciones. Es más, somos una denominación de origen en el arte de cultivar instituciones, tanto que deberíamos empezar a pensar seriamente en exportarlas. Es decir, construir edificios suntuosos, perfectamente pertrechados de mostradores para empleados y cubículos para jefes de negociado, y luego venderlos a otros países. Como se venden petroleros o barcos de recreo. También podemos exportar políticos y funcionarios. Si no lo hacemos y si seguimos cultivándolos para uso propio va a llegar el momento que no es que no podamos sostenerlos económicamente, es que no vamos a tener espacio físico para ellos.
Ya no se trata de España frente a las nacionalidades, se trata de mostrarnos cuerdos, de tomar conciencia de lo que somos juntos y de lo que somos por separados, y una vez en esa conciencia, intentar discernir si podemos uno a uno soportar el peso de un estado moderno, es decir, dotado de instituciones y órganos de gobierno que no superen en coste a las necesidades para las que fueron creados. Quiero decir, que la consejería de sanidad, por poner un ejemplo, no puede invertir en su organigrama interno más de lo que invierte en hospitales, médicos e instrumental adecuado.
La sociedad tiene un sentido práctico, a él sacrificamos nuestra singular condición: si ésta deja de serlo, si la organización nos desorganiza, si el instrumento se convierte en la necesidad, no estaremos cayendo en la locura de negarnos en el acto de afirmarnos, no deberíamos revisar nuestra concepción de la misma, para dimensionarla y adaptarla a nuestras reales necesidades.
Sé que se puede afirmar, sin mentir, que hace unos meses con las mismas instituciones, con los mismos políticos y gobiernos, el dinero rodaba, pero no se puede ignorar que ese fue el momento de atesorar, de reforzarnos para los malos tiempos. Y no sólo eso, sino de haber invertido más en esas infraestructuras que son más que necesarias, vitales, en la dignidad que como personas merecemos, y que hoy por hoy no se respeta, hablo de listas de espera para revisiones médicas e intervenciones quirúrgicas, de residencias de la tercera edad que son auténticos campos de concentración, de servicios sociales y educativos reales y dotados de las partidas presupuestarias que su ejecución exige... Hablo, en fin, no de lo necesario sino de lo esencial.
Hemos vivido de los Fondos Estructurales y de Cohesión para la convergencia con Europa, pero eso se acaba, y habremos de ser en la medida de nuestras fuerzas, y honestamente no creo que las hallemos sino somos capaces de ser posibles como Pueblo y como Estado.
José Romero P.Seguín
D. José Alfonso, mil gracias por su comentario y, sobre todo, por sus palabras tan cargadas de afecto como la "metra" del mendigo iba rebosante de proyectiles letales.
ResponderEliminarDentro de poco, puesto que la solidaridad oficial no bastará para cubrir las necesidades de todos, veremos a los desesperados exigiendo la ayuda individual a punta de cuchillo o martillo en mano.
Volverán a aparecer las recortadas y los saqueos reventarán los cierres metálicos de los comercios. También destrozarán algún corazón de titanio tan duro como su caja fuerte.
Algunos arrebatados pagarán con su vida o su reclusión el no haber podido o sabido estar del lado bueno del mostrador.
Mientras, los demás, los más afortunados, bastante tendrán con sobrevivir y cuidar de los suyos.
España es una nación compleja, una nación de naciones, un gobierno de gobiernos, como usted dice, que se sustenta en el frágil equilibrio de una identidad poliédrica. Sostener este equilibrio resulta una tarea cara, es caro mantener el organismo administrativo a que ha dado a luz, tanto como cara es la gestión política que de ella resulta, condicionada por acuerdos inánimes y contagiados del artificio de una política mercantilista. Pero estos 30 años de democracia al menos nos han demostrado de momento, que es un precio que la mayoría estamos dispuestos a pagar. Es cierto que buena parte de ellos hemos vivido de los Fondos Estructurales, pero no por ello pierdo la esperanza en un país joven, que es España, un país de 30 años, y en el futuro que nos aguarda, llámeme ingenuo si quiere, pero creo que tras la beligerante historia política de esta nación, tenemos la obligación moral de conceder una tregua a los pecados de un sistema que nos permite mantener nuestro difícil equilibrio, un sistema que por otra parte con sus pecados y virtudes compartimos con el resto de Europa. Por supuesto defiendo la crítica como saludable método de diagnosis, pero antes que atender a estas cuestiones desde una mirada holística, considero más afortunada la nominación de los determinantes, personas en definitiva, pues la dimensión de los mecanismos a que habría que atender nos impediría observar mayor certeza que la nuestra propia.
ResponderEliminarEn definitiva el sistema resultará tan eficaz como inútil, todo dependerá del prisma desde el que se observe.
Me temo que la justicia es un valor que quedó ya obsoleto para redifinirse en el mundo del libre mercado por el de bienestar. Y no podemos negar el razonable nivel de confort que hemos alcanzado, si bien en estos momentos se ve algo azotado por la crisis económica.
Como le dije yo ya no estoy ni a favor ni en contra, tan sólo observo.
Reciba un fraternal abrazo...