lunes, 29 de abril de 2013

LOS CUIDADOS DEL AUSENTE





El aborto es una tragedia representada en clave de comedia por un grupo de cínicos en el empeño de utilizar y confundir todo en su favor.
El aborto como solución hunde sus raíces en la más rancia de las hipocresías, en el más lerdo de los prejuicios. Infamias de sociedades en las que los padres ponían su honra en los hímenes de sus hijas, mientras jaleaban el instinto “cazavirgos” de sus hijos.
Mujeres condenadas al ostracismo cuando no al exilio. Reprobadas en lo ético y criminalizadas en lo social. A las que no se les dejaba otro camino que el de abortar para no tener que soportar, no al hijo, sino a sus familias y vecinos. Sólo así podían borrar el estigma aún a riesgo de perecer o ser encarceladas.
A día de hoy el aborto se ha convertido en mercancía política, como todo o casi todo. Porque para él si tienen solución, legislar sobre lo legislado. De ahí esa premura en resucitar el debate, en incendiar la opinión y opinar encendidos. De hacer citas y citarse buscando la brillantez y eficacia que en otras tareas les falta.
No es cuestión de derechos sino de responsabilidades, la de la madre que ha de tomar esa decisión en el legítimo uso de su libertad ejercida dentro de ese elemental principio. La historia sentimental de las madres las avala: por qué desconfiar de ellas.
Pronto le tocará turno a la eutanasia, porque después de atender a los que están por venir lo que mejor se les da es hacerlo con los que van de regreso. 



miércoles, 17 de abril de 2013

“CONDENA O SENTENCIA”







La imputación de la infanta es de inicio un elemental acto de higiene democrática, el que nos exige iguales ante la ley. Y de remate, la legítima y necesaria  reivindicación de su persona, porque no es propio de esta especie que compartiendo con Iñaki: techo, empresas y responsabilidades, no se hubiese percatado del latrocinio. Tal afirmación resulta por sí misma humillante. Cuestión distinta es que a través de su comparecencia se pueda demostrar que efectivamente fue así.
Recuerdo que su matrimonio con el jugador nos pareció la mar de bien. Próximo, por plebeyo, y moderno, por joven y guapo. Todos podíamos ser él, pensamos, cuando menos en sus pocas luces y su mucha ambición. Sin embargo, a día de hoy, se nos antoja que debió desposar un “mataperdices” de esos que crían, a tal fin, las familias bien. Alguien educado para no hacer nada y como tal inocuo.
Pero se caso con Iñaki, hombre emprendedor, que la emprendió con los negocios y fue en ese afán emprendido. Lo imagino entrando en la escuela de bisnes, tan estirado y aseado. Como también a D. Torres (a) “Hotmail”, su socio, mirándolo y diciéndose para sí, “menudo continente para mi negocio sin contenido”. Y dicho y hecho, en ese tú a tú acabaron en “Nóos”, pasando por la casilla juez Castro.
Le recordaría que una condena se cumple e extingue, pero una sentencia popular de idiocia es para toda la vida.
Cabe que me respondan “Qatarí que te vi”: razón no les falta.