La imputación de la infanta es de inicio un elemental acto de higiene
democrática, el que nos exige iguales ante la ley. Y de remate, la legítima y
necesaria reivindicación de su persona,
porque no es propio de esta especie que compartiendo con Iñaki: techo, empresas
y responsabilidades, no se hubiese percatado del latrocinio. Tal afirmación
resulta por sí misma humillante. Cuestión distinta es que a través de su
comparecencia se pueda demostrar que efectivamente fue así.
Recuerdo que su matrimonio con el jugador nos pareció la mar de bien. Próximo,
por plebeyo, y moderno, por joven y guapo. Todos podíamos ser él, pensamos, cuando
menos en sus pocas luces y su mucha ambición. Sin embargo, a día de hoy, se nos
antoja que debió desposar un “mataperdices” de esos que crían, a tal fin, las
familias bien. Alguien educado para no hacer nada y como tal inocuo.
Pero se caso con Iñaki, hombre emprendedor, que la emprendió con los
negocios y fue en ese afán emprendido. Lo imagino entrando en la escuela de
bisnes, tan estirado y aseado. Como también a D. Torres (a) “Hotmail”, su socio,
mirándolo y diciéndose para sí, “menudo continente para mi negocio sin
contenido”. Y dicho y hecho, en ese tú a tú acabaron en “Nóos”, pasando por la
casilla juez Castro.
Le recordaría que una condena se cumple e extingue, pero una sentencia
popular de idiocia es para toda la vida.
Cabe que me respondan “Qatarí que te vi”: razón no les falta.
Creo que has descrito con brillantez lo que pensamos muchos de su matrimonio...nos sentimos más a gusto que con el estiradamente elegante y exquuisitamente feo Marichalar..Y no salió rana..o sapo....el príncipe vuelve a sapo...
ResponderEliminarMe uno a ti en ese sentir. Un abrazo.
La imaginería es un elemento esencial en un país como el nuestro, con vocación de felicidad luminosa y tan lleno de colorido, como corresponde a este sol primaveral que invita a vivir disfrutando.
ResponderEliminarPor eso es tan fácil no querer renunciar a las semanas santas con sus liturgias, las ferias con sus luces, las carrozas reales con sus monarcas, las catedrales llenas de apóstoles, desfiles dibujados a escuadra, reality,… y cuantos acontecimientos adornan nuestra publicitada sociedad distrayéndonos de aquellas rutinas más íntimas, perezosas e inconfesables.
Un gran escenario donde se representa la gran mentira que somos y que nos mantiene juntos en la seducción de una ficción habitable. Esta nos toca especialmente el corazón cuando toma visos de realidad permitiendo que un vecino cualquiera se incorpore a ella. Preludio de una metamorfosis anunciada.
Nada que objetar por mi parte, salvo por una cuestión: la representación cuesta mucho dinero y hemos llegado a un punto en el que tal espacio escénico no puede mantenerse con el presupuesto de un bolsillo que apenas cubre lo más básico para la subsistencia. Es la hora de retomar la realidad.
Pero me temo que los actores se han apoderado el mando y quieren seguir en la representación a costa de los espectadores. Por eso, como tantas veces en la historia, es necesario ahora volver a gritar “¡BASTA!”.
Un afectuoso saludo.
La imputación que se desimputa, a mi razón se hace que de tal manera la imputación enflaquece que con razón me quejo de la suya caradura.
ResponderEliminarPor lo demás, me parece bien que el fiscal defienda, ya que a causa de la persecución a que la pobre familia ha estado sometida, les ha sobrevenido una pobreza absoluta, rayando en la más absoluta de las miserias.
Idiocia y caradura hasta la sepultura.
Bien visto y con mucha delicadeza.
El Idiota Clásico era el individuo que no participaba en los asuntos públicos, un individuo que se ocupaba sólo de sus propios negocios. Era, por tanto, un ser despreciado por la Ciudadanía. Hoy día, la Jarca de Idiotas que dirigen el mundo desde/con su ombligo... considerarán esa "sentencia" un halago... un acto supremo de exaltación del individuo... y querrán más!!
ResponderEliminarSaludos de vuelta!!
;)