Toda herramienta tiene su par entre los hombres. Tomo ejemplo en la
cuña, básica estructura, elemental faena: romper. Pero qué uso tiene un hombre
cuña, el mismo. Ejemplo que lo ilustra es el del actual Ministro de Justicia R.
Gallardón. Hombre de amplia cabeza y flaca cintura que ha sido sabiamente
utilizado en la tarea de quebrar, que ironía, a su partido. Pero así es, el
grupo Prisa lo utilizó a través de un complejo engatusamiento intelectual para
que en sus años de dolido mendicante, en tareas menores, ejerciese de progre en
el panorama conservador del PP. Los martillos del medio golpeaban con sabiduría
sobre su debilidad y él iba cuarteando la monolítica estructura de su casa ideológica
con ocurrencias propias de utópicos y desheredados. Esa labor le valió el
desafecto de sus correligionarios y que, ambiciones comunes a parte, E. Aguirre
le dedicase unas “gallardónicas” (memorias que alguien escribe a fin de hacer
mala memoria de otro). Cuña contra cuña, al final ni la sangre, ni las grietas
llegaron al río.
Ahora de ministro de tan delicado ramo se ha metido en harinas de brega
política, tal que el aborto, perdiendo el lustre progre que le confirió su
estadía cuña y retrocediendo hasta la casilla reaccionario sin pasar por la de
conservador. Constituyéndose de nuevo en cuña que agrieta el partido. Claro que
ahora no desentona, sino que pone el justo tono de una quiebra ineludible en
todo paraíso bipartidista.
Los ciudadanos tenemos clavada una cuña aquí, entre los riñones, y va a ser muy difícil que nos pongamos derechos en mucho tiempo. Gallardón, conciencia de hombre de familia predestinado a grandes empresas, quiere que en el libro de la historia se hable de él a continuación de su padre y se canten sus gestas. Creo que su meta personal está por encima de cuanto le rodea, por eso se vale de lo necesario, aunque le utilicen a él de cuña. Pero le falta el tamaño moral suficiente como para ser más persona que político, a pesar de las apariencias. Y para resolver un tema de calado como la legislación sobre el aborto hace falta una dimensión intelectual inusual en su oficio y una categoría política incompatible con su partido.
ResponderEliminarNos cambiaron filosofía por religión, me temo lo peor.
Un cordial saludo.
La ambición tal vez sea en el hombre lo que la inercia mecánica en la maquina, pero aun así no hay razón para ser con él razonable, por la sencilla razón que nuestras decisiones tienen efectos sobre hombres y no sobre productos.
ResponderEliminarDigna visión la tuya al reclamar una visión y una categoría intelectual y humana que nada tiene que ver con la moralina y la estupidez política.
Recibe un fraternal abrazo.
Qué decir de tan delicado tema. Abundar en lo necesario de la delicadeza, de la prudencia, de la ausencia de protagonismo para abordar una cuestión en la que sin duda se manifiesta en toda su certera nitidez aquella filosofía de los mayores: una cosa es predicar y otra dar trigo.
ResponderEliminarY algunas personas predican, pero puede que no convenzan. Es esta del aborto una cuestión tan peliaguda que admito que me tiene algo confundido. En el tute sabes que tienes que asistir a palo. Este palo tiene ramas.
Pero retratas certeramente al meritorio.
Andarse por las ramas, es eso, y hacerlo en todo y con todo. Nada importa mientras sea rentable, eso es al final lo que importa.
ResponderEliminarHermosa reflexión la del tute, la de la certeza, la de querer y desear tener en algo la certeza de saber que hacer, a que atenerse, sentir la humildad de intuir que de vez en vez la cuestión no se resuelve con una posición, con una opinión, con una certeza.
Gracias amigo por tu esclarecedor comentario.
Recibe un fraternal abrazo.