LAS MALAS
COMPAÑIAS
Allí donde se produce un desconsuelo contra la
propiedad privada o lo público de lo privado, se oye clamar a una madre: “No es
él, son las malas compañías”.
Aseveración que no contradice la acusación, y es que no busca la mamá
poner en duda el delito sino la voluntad de delinquir del vástago. Luego viene
la justicia, universal al extremo del rencor, y se encarga de dar jaque al
enjuague exculpatorio en las voces de las madres de los colegas de su hijo
señalándolo como mala compañía.
En el quehacer delictivo conocido como común, las
malas compañías son delincuentes, personas que cargan con la culpa y son
condenadas por los cauces normales de los tribunales de justicia. En una
palabra, que solo son buenos para sus respectivas madres y lo demás se
sustancia con juicios, condenas y cumplimientos.
Pero cuando quienes delinquen son cargos públicos y
sus madres son las que gritan, en comisarias y juzgados el conocido sonsonete,
se produce una paradoja “eticodemocrática” porque entre sus compañías está el
gobierno en pleno y el plenario de la oposición. Además, a sus colegas en ese
quehacer se les llama partido y al ideario que los anima ideología. Son sobre
el papel, las mejores compañías.
José Romero P.Seguín.
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