Sí, imagina que tu joven y exitoso hijo sale de casa, mira al cielo, ofreciendo, en esa inocencia, la nuca a un encapuchado que lo acecha y no duda en quebrársela de dos disparos, a los que ya en el suelo pone colofón un tercero: el de gracia. Tres tiros de verdad, no de “atrezzo”. Intuye el horror de su sangre derramada, el dolor de su ausencia, lo injusto de su vida arrebatada: ¿Qué consuelo entonces Pilar?
Imagina que el asesino es miembro de una banda terrorista que se autodenomina marxista y defensora de los pueblos oprimidos, que reivindica el crimen y lo justifica en el hecho de trabajar tu hijo para una potencia imperialista. ¿Cómo no dolerte en el absurdo Pilar?
Imagina que ese joven pertenece a una familia media, acaso alta, ha estudiado y vive cómodamente en el seno de una sociedad rica: ¿Qué justificación entonces Pilar?
Imagina ahora las falsas condenas de los malvados corifeos buscando a la par articular un discurso que justifique el crimen. ¿Qué esperanza entonces Pilar?
Y por último, imagina que una vez detenido, juzgado y condenado, de pronto, cientos de personas ajenas a su sangre y su criminal voluntad salen a la calle a pedir que lo dejen en libertad, que lo liberen. ¿Cómo entenderlo entonces Pilar?
No lo entenderías, lo sé, como tampoco lo entienden todas esas madres y familias víctimas de ETA, y es por eso que se preguntan al verte clamar por la libertad de los asesinos: ¿Y eso por qué Bardem?
Desde el alminar donde observamos el mundo la realidad se torna en un juego de percepciones sobre un fondo de coordenadas crediticias. Suposiciones. ¿Quién pregunta a los otros si alguna vez violaron o mataron? Suponemos en ellos, otorgamos a los otros un crédito que no es ajeno al más importante e insoslayable referente personal, nosotros mismos.
ResponderEliminarPor eso cuando veo a alguien espantarse por tal o cual vileza lo que realmente estoy presenciando es la categoría moral de su propia conciencia y cómo esta se duele por tener que devaluar sus propios referentes.
Sus comentarios, José Alfonso, están llenos del espanto de quien cree en otra realidad menos abominable, están llenos de esa sabiduría de quien conoce la debilidad humana y la comprende, y muestran la inteligencia de quien sabe que la mejor herramienta para la esperanza está en la palabra.
Comparto su mirada desde mi propio estupor.
Un abrazo.
Suele ser el perdón de los pecados una virtud teologal que no tiene que ir pareja con la justicia. Y el perdón de los pecados se otorga a quien lo solicita.
ResponderEliminarAsí que te asiste toda la razón para preguntar a Dña Pilar que a dónde va, mamma sua.
Seguramente va confundida, tal vez piense que fueron condenados sin pruebas y por un régimen totalitario, al que algunas veces se retiran a descansar de tanta manifestación..
Saludos cordiales!
Infinita gracias amigo, hermosas palabras las suyas, siempre justas, siempre amigas. Generosas, excesivamente conmigo.
ResponderEliminarReciba un fraternal abrazo.
Justicia y perdón, son como el daño y expresarlo, opuestos, digo, porque uno contradice al otro, porque uno nace de la necesidad de pagar o expiar tus culpas ante la víctima y la sociedad que la ordena. Y el otro nace de la voluntad del ofendido, solo a él le corresponde, los demás perdonamos de oficio u oficiamos de perdonadores y no siempre por indolencia o ignorancia.
ResponderEliminarGracias por tu cometario amigo.
Recibe un fraternal abrazo.
Ná, cosas de progres acomodaos... y no será por falta de causas mejores por las que luchar... pero a ellos les va lo facilón.
ResponderEliminarSaludos!!
Efectivamente, estimado amigo, son facilones tanto que no cabe sino recordárselo.
ResponderEliminarRecibe un fraternal abrazo.