Criminalizar antes de ejecutar, en esa perversión nos movemos. En el caso de los desahucios también. Comenzamos tildando de basura y activo tóxico las hipotecas dadas a los “peligrosos” “NINJA”, clientes sin ingresos, trabajo o propiedades. Y como tal se les trata sin reparar que no son dudosos contratos hipotecarios, sino personas, en su mayoría, apartadas de ese patrón de exclusión social.
La respuesta a este atropello debió partir de la iniciativa gubernamental y no de la indignación ciudadana, pues no fallaron ellos sino las instituciones, y los bancos lo son. De ese modo se habrían anticipado medidas correctoras al brutal desajuste que supuso la sobrevaloración de los inmuebles y las escasas, por no decir nulas, posibilidades de los hipotecados de hacer frente a sus compromisos una vez consumada la estafa piramidal que fue el “boom” inmobiliario.
Gobiernos y bancos conocían el cataclismo y sus perversos efectos, reconocerlo y buscar corregirlos les denunciaría responsables, pero habría evitado su descrédito y el sufrimiento de los desahuciados. Porque cómo entender que se socorra a quien falló fallando contra quien no ha hecho sino sufrirlos.
La injusticia de los desahucios se ejecuta dentro de la legalidad, la Ley Hipotecaría y la fe pública los avalan. Legalidad, esta sí: basura, digna merecedora de un “Código penal malo” que junto con su homólogo bancario fuese la vergüenza de todos, pues todos lo consentimos.
Debe ser, esto que tu comentas, la prueba del nueve que avala el dicho de que nadie da patadas contra el aguijón. El aguijón de la punta de arriba de la pirámide que nos mira con desdén mientras intentamos escalar con esfuerzo hasta posiciones con mejores vistas sobre reglas leoninas que nos han impuesto y que nadie desde 1889 se ha atrevido a mejorar, salvo para facilitar el cobro de morosos y el tránsito rápido de las riquezas de la parte baja de la pirámide hacia el vértice.
ResponderEliminarSensata llamada a la mejora de las cosas que mucho me temo quedará en el olvido, salvo que Saulo Banquero vea la luz y se caiga del caballo. Milagros pocos.
Saludos de castaño.
La desigualdad y la injusticia reinan en este país disfrazadas de modernidad y democracia. No es de extrañar que crezca la insolidaridad. La incompetencia de nuestras clases dirigentes para resolver los problemas de los ciudadanos solo es comparable a su capacidad para hundir el Estado. Ellos creen que no son la misma cosa, por eso ven brotes verdes a medida que la desesperación y el hambre se instalan en el presente y el futuro de una gran mayoría.
ResponderEliminarEn esta Europa de la “común unión” los pueblos no importan más allá de sus impuestos y como meros consumidores de una economía marcada por la ambición globalizada de unos pocos.
Nada nuevo, la historia se repite. Pero la próxima revolución, aún inimaginable, es ya verosímil.
Un abrazo.
La luz de esta Ley ilumina la injusticia que no es tanto el cobro pactado sino la forma abusiva como se hace en la mala hora de no poder hacer frente al compromiso adquirido.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Recibe fraternal abrazo.
La esperanza pasa por ahí, reflexionar sobre lo que queremos y como lo queremos, pero no como un deseo sino como una actitud de la que hacemos corresponsables.
ResponderEliminarRecibe un fraternal abrazo.