jueves, 21 de mayo de 2009

TEOLOGÍA DE LA RENDICIÓN

Dejad que respiren los que os asfixian con la seda de su violencia. Sofocad en vuestros ánimos la rebeldía de combatirlos. Haced de la entrega virtud, la de siempre, muerto a muerto o de dos en dos, como siempre. Mostraros mansos frente a su intolerancia e intolerantes frente a vuestra dignidad que os exige en su defensa beligerantes. Dejad que os vivan, sueñen y gobiernen en beneficio de su criminal voluntad. Mermar sin cuidado vuestro libre albedrío en aras de que guarde entereza su torcida libertad. Sed de prestado ante ellos y frente a ellos, porque de los prestados será ese reino que ellos imaginan sin vosotros. No os martiricéis con la memoria de las víctimas sino por alcanzar el olvido a que conduce el rescate de los criminales. Sed nadie por no semejarse ellos en la defensa de la legalidad. Y sobre todo y ante todo tened siempre presente que lo que hacéis por ellos, ellos no la harían por vosotros.
Ese parece ser el mandato y también la sentencia.
José Alfonso Romero P.Seguín

miércoles, 20 de mayo de 2009

LA PIEZA DE LA MINISTRA AÍDO

Sostiene la ministra de igualdad que a las trece semanas de gestación el feto es: “Un ser vivo pero no un ser humano.” Inhumano razonamiento el suyo, o será acaso el de una política devenida en ministra con más de trece semanas de gestación en el cargo.

De tal afirmación se deduce que antes de ser humanos fuimos sólo derecho, el derecho a decidir de nuestras madres, hermoso derecho, casi tanto como lo es el de la maternidad. Y buscando no ser injusto cuando no hipócrita afirmo que si todos los derechos nacen para ser vulnerados, por qué no este, y si por el contrario nacen de la vulneración, por qué no de ésta.

Aído será recordada en nuestra mitología de rebajas como la amalgamadora del yin y el yang para un fin, eso sí, sin ánimo de lucro: la igualdad. Ante sus palabras y hechos no podemos pues asirnos al socorrido, “me dejó de una pieza”, pues de eso se trata. Y de ello se colige que la igualdad ha de ser necesariamente una pieza sin género ni número que no adquiere condición humana hasta después de la decimotercera semana de ser concebida. O quizá no, quizá cuando seamos una sola pieza, nuestra prole será humana desde el mismo momento de la concepción: seguro que sí, porque entonces iguales todos en derechos tendremos también por derechos las obligaciones.

Hay cuestiones que por su índole no soportan ser manoseadas ni aún palabreadas, el aborto es una de ellas. Materia en la que los derechos se confunden hasta más allá de lo que alcanza el derecho común para buscar asiento en la conciencia del individuo, de donde no deben salir sino es para arbitrar las medidas tendentes a mitigar el brutal sufrimiento que tal decisión comporta.

José Alfonso Romero P. Seguín

miércoles, 13 de mayo de 2009

LA CASA DEL TRILE

El trilero se sitúa ceremonioso frente a la mesa. En torno a él el ritual, a caballo entre el barroco decorado y los ávidos rostros de los ganchos, se antoja ciertamente decadente. Su engolada voz suena a milonga. Buscando embaucar, sus manos mueven ágiles los cubiletes, y no tarda en hacer acto de presencia en el aire de la cámara la sombra de la omnipresente pero eficaz dádiva. En el vertiginoso girar de los vasos la bola de la mentira desaparece bajo uno de ellos. Todos la ven y todos se aprestan a buscar fingir ante sus correligionarios que pueden seguirla, que son lo suficientemente listos para hacerlo.

El trilero les exhorta a que hagan sus apuestas, y uno a uno van eligiendo, de las manos de su grandilocuentes discursos, el vaso donde según ellos se halla la bola, para descubrir, lo que ya saben, que no se trata sino un miserable juego donde la única verdad es la certeza de la gran mentira que todas y cada una de sus bolas encierran.

Al caer la tarde el trilero ha conseguido hacer desaparecer a la vista de todos y en el corto callejero de un discurso jalonado por un puñado de promesas a cuatro millones de parados: de eso se trataba.

Lejos de la gran casa de apuestas, allí donde la mesa se prolonga, la discusión se mantiene en ese insultante ensueño para el olvido, y es que la cuestión es que gire la bola, que siga girando, y la bola gira, y de nuevo gana el trilero y sigue el juego, como en la calle el drama de los que día tras día van engrosando las listas del paro, ellos son hoy la bola de la triste verdad que rueda desaparecida bajo los blancos cubiletes de esta casta de trileros.

José Alfonso Romero P.Seguín