jueves, 28 de abril de 2011

DESASOSIEGO


Afirma F.Pessoa, en un pasaje de su “Libro del desasosiego”, “…Y así fue como despertamos a un mundo ávido de novedades sociales, y que con alegría iba a la conquista de una libertad que no sabía lo que era y de un progreso que nunca definió.”

Testigo del cumplimiento de tal desafuero es ver como al inicio de la democracia los mítines se resolvían en el estricto ámbito de la ideología, entendida ésta no tanto desde las perspectivas filosóficas de las distintas doctrinas políticas, tan ignoradas siempre como conocidas, sino por un concepto más ambiguo pero amable e indudablemente atractivo, la libertad.

La libertad por no conformar idea de nada nos permitía convertirla en nuestro particular ideal fuese éste más permisivo y dogmático o más intransigente y liberal.

Con ella por bandera qué cabeza resultaba pequeña, qué boca amanecía vacía, con ella de la mano no había posibilidad de silenciarse, de dejarse ver en la limitación intelectual tanto del individuo como de grupo. Y es que allí dónde no había se ponía libertad, para qué, para lo que fuese y donde fuese, y es que la libertad era de todas las músicas sociales la que mejor sonaba.

Lo triste es observar que a día de hoy, la ideología sigue siendo materia aprobada y la libertad ha dejado paso a otra novedad social, más grosera: el dinero, personalizando en él ese progreso a que aludía F. Pessoa, ese, asómbrense, que está por definir, ese que permanece aún indefinido.

viernes, 15 de abril de 2011

LE LLAMABAN EXCELENCIA


El Sr. Burns descubre que H. Simpson sufre esterilidad a consecuencia de su trabajo en la central, temeroso de que lo pueda demandar, decide concederle un premio que denomina premio a la excelencia en el campo de la excelencia. A esta idea se suma ahora la presidenta de Madrid, Srª. Aguirre, cuando en un alarde de descaro electoral, se saca de la manga un instituto con hechuras de gueto para magníficos en el que confinar a aquellos alumnos más aventajados en la ESO.

El problema no es la segregación, proceso natural al final de la etapa formativa, sino la perversa idea de crear premios con los que lavar la cara a un sistema educativo fallido. Culpa de la injerencia torticera de los gobiernos que hemos sufrido en su demencial afán de someterlo a su voluntad más partidista que ideológica.

Los jóvenes necesitan ser formados siguiendo criterios de razón y libertad en aras de hacer de ellos: primero, individuos capaces de pensar por sí mismos; luego, ciudadanos responsables y, por último, profesionales de prestigio. Esa es la excelencia que demandan, esa es la que les debemos.

El hombre no es una herramienta, no se debe instrumentalizar, sino socializar.

No se puede hacer política educativa desde la ocurrencia, a no ser que se le considere excelencia, y de esa ya sufre el sistema hasta el hartazgo. Ella gusta llamarle raza política y no se equivoca, son una raza, a las pruebas me remito.

José Romero P.Seguin.

domingo, 3 de abril de 2011

EL DIMIURGO MUNICIPAL


Afirma el Génesis que cuando dios creó el cielo y la tierra a uno lo cubrían las tinieblas y reinaba en la otra el caos. Tal cual se describe percibe el ciudadano su mundo preelectoral, un mundo en el que cielo y tierra se hallan detenidos en un marasmo de abandono que habita el caos, la sombra y el desaliento, y de pronto suenan las trompetas de la creación y todo él se pone en marcha hacia un destino de provisión bíblico.

Cabe pensar que Dios idease y crease el mundo en un período electoral. Sí, tal vez después de siglos de pereza y abandono amaneciese un día preso de la zozobra de que alguien le discutía su autoridad y se viese obligado a dar inició a los orígenes de la tierra. Este dios más municipal que local instauró además la magia de saber venderlo como un milagro para la ocasión. Señor de lo visible e invisible, dispuso obras que por su grandiosidad fascinaron, y otras más humildes y secretas que cautivaron por la maquiavélica destreza de su distribución.

Mi mundo, imagino que el de todos nosotros, se halla a día de hoy inmerso en el colosal esfuerzo de tan singular cosmogonía. Se hace por ello la luz donde sólo había tinieblas, se remueven tierras, se avientan plazas y calles, se trazan jardines, se obra en lo visible y en lo invisible. Ante esa férrea voluntad creativa no cabe sino imaginar un futuro de progreso sin fin. Pero para qué engañarnos, es sólo una metáfora, una ilusa ilusión de siete días: siete.