Afirma el Génesis que cuando dios creó el cielo y la tierra a uno lo cubrían las tinieblas y reinaba en la otra el caos. Tal cual se describe percibe el ciudadano su mundo preelectoral, un mundo en el que cielo y tierra se hallan detenidos en un marasmo de abandono que habita el caos, la sombra y el desaliento, y de pronto suenan las trompetas de la creación y todo él se pone en marcha hacia un destino de provisión bíblico.
Cabe pensar que Dios idease y crease el mundo en un período electoral. Sí, tal vez después de siglos de pereza y abandono amaneciese un día preso de la zozobra de que alguien le discutía su autoridad y se viese obligado a dar inició a los orígenes de la tierra. Este dios más municipal que local instauró además la magia de saber venderlo como un milagro para la ocasión. Señor de lo visible e invisible, dispuso obras que por su grandiosidad fascinaron, y otras más humildes y secretas que cautivaron por la maquiavélica destreza de su distribución.
Mi mundo, imagino que el de todos nosotros, se halla a día de hoy inmerso en el colosal esfuerzo de tan singular cosmogonía. Se hace por ello la luz donde sólo había tinieblas, se remueven tierras, se avientan plazas y calles, se trazan jardines, se obra en lo visible y en lo invisible. Ante esa férrea voluntad creativa no cabe sino imaginar un futuro de progreso sin fin. Pero para qué engañarnos, es sólo una metáfora, una ilusa ilusión de siete días: siete.
Y nosotros, pardillos primaverales, piamos agradecidos en cada ocasión. Y aciertas al mostrarnos cómo parece que no existe el trabajo hasta que llegan las elecciones. Cual primavera, a la que cantamos quienes carecemos de imaginación, irrumpen las elecciones y con ellas la diligencia, el trabajo, la movilización municipal y las inauguraciones que parecen no acabar.
ResponderEliminarMenos mal que los vecinos de un pueblo de Riós, cercano al campo de fútbol, no se dejan amedrentar por las elecciones y se niegan a que los cerdos habiten a su vera.(LVG, domingo). Pobres cerdos, ya nadie los quiere. ¿Será que ya no nos acordamos del hambre de la que nos libraron?
En cambio a los políticos, mientras ostenten poder, todo el mundo les reverencia. Una contradicción, amigo.
Un placer acercarnos a tus reflexiones.
Muy sugerente, José Alfonso, cuanto dices.
ResponderEliminarImagino a Dios intentando dar una contestación al estilo “Le curriculum vitae de dieu”, de Jean-Louis Fournier, y diciendo:
- “Bueno, José Alfonso, lo que yo hice fue auténtico, sin tramoya, sin espectadores, puse orden y lo hice estableciendo un equilibrio perfecto donde todo tenía cabida y justificación. Pero estos con los que me comparas no hacen sino representar una obra donde todo es tan falso como ellos mismos, sus decorados y sus intenciones.”
Bien es cierto que el mimetismo forma parte esencial de este universo, de esta naturaleza que somos, y que, por lo tanto, el esfuerzo de los políticos por mostrar “lo que no es” de manera convincente podría incluirse dentro de las más tradicionales tácticas cinegéticas. Es época de caza.
Es posible, más aún, que obedeciendo a los modelos de la física actual de las teorías de las supercuerdas, los políticos representen un momento en la evolución previo al caos que precede a dios. De nuevo.
Un abrazo.
Lo cierto es que Dios se equivocó y los hombres también..acaso el error es creer que el caos del Inicio de los tiempos y el caos entre elecciones actual tuvo o y tiene algún arreglo.
ResponderEliminarComo siempre tejiendo con hilo de oro verdades actuales y sentires eternos.Impresionante.
Los cerdos fueron la tierra de promisión de los labradores, el dios sin secreto de su divino esfuerzo, el pan ácimo que todos buscaban “levedar” para verlos crecer como esa leche que se fuerza a hervir al límite por aquello de verla llenar, en la ilusión, el puchero.
ResponderEliminarEl cerdo no necesitaba presentarse a la elecciones para ser el elegido, ni aún mostrarse filosófico o diestro en algún oficio, al cerdo le llegó siempre con serlo. En una palabra, que se le exigía autenticidad nada de artificios…
En fin, el cerdo es bandera beligerante en la boca del hambre, pero amigo mío, la rebeldía es la voluntad que lo hace posible, es por ello antes que el cerdo y que la cerdada. Apuesto pues por los opositores y es que su razón es razón de más.
Totalmente de acuerdo en lo del vino, totalmente, hermosa explicación la tuya.
Por lo demás que decirte sin volver nombrar a mal nombrar al cerdo.
Recibe un fraternal abrazo.
Inteligente respuesta a una metáfora fallida, porque nada hay más cierto que Dios no fue político en su quehacer, sin embargo, si lo fueron aquellos a los que encargo o se encargaron de vender su obra. Éstos no tuvieron reparos en convertir su magistral obra en un mero espectáculo de ilusionismo de siete días, de siete soplos, de siete antojos de un ser más cercano al mago que al creador. Debí decir, por tanto, que quizá la biblia y todo cuanto la rodea no sea sino un programa político para una afán de gobierno.
ResponderEliminarCoincido también contigo al señalar que estos nuestros dioses encarnan a la perfección la supernova de un futuro caótico, y sin noticias de dios.
Agradezco por último tu aportación literaria, en la que el humor desgarra el dramatismo de un mundo limitado siempre por la irracionalidad del dogma.
Toda una delicia tu respuesta que me ayuda a pensar.
Recibe un fraternal abrazo.
Quería Antoniatena, dioses y hombres compartimos objetivos, el de ellos llegar a ser hombres y el de los hombres llegar a ser dioses, para qué, pues quizá por aquello del botín, cuál, cualquiera: poder, riqueza…
ResponderEliminarEl caos es dios en la medida que es oportunidad, lo demás hombre en estado puro, en una palabra puro funambulismo dentro de un orden tan perfecto como lo es el desorden que nos habita.
Dios es nuestro hombre en el cielo, en él habita el caso y el orden que nos mide y con el que medimos la realidad.
Gracias por tu visita, por reflexivas palabras y por tu cariño.
Recibe un fraternal abrazo.
Interesante texto Fon.
ResponderEliminarÚltimamente veo que se habla mucho de dios.
El demiurgo aristótelico empuja la máquina y la máquina comienza a andar y ya a partir de ahí se alimenta de su propio movimiento. Y la máquina es la naturaleza que para un individuo como Aristóteles, formado en la tradición presocrática, física, era divinidad suficiente, necesaria y única.
También se inventaron los del Olimpo, idénticos a los humanos en casi todo...
Y luego, todos ellos fueron Uno, omnipotente, despiadado, rencoroso...
Un dios menor coartada de grandes miserias.
Un abrazo grande
Los dioses y los odios, que odiosos todos en su grandilocuencia en su desdén por la razón.
ResponderEliminarEs un placer tenerte por aquí y por la sangre.
Recibe un fraternal abrazo.