Afirma F.Pessoa, en un pasaje de su “Libro del desasosiego”, “…Y así fue como despertamos a un mundo ávido de novedades sociales, y que con alegría iba a la conquista de una libertad que no sabía lo que era y de un progreso que nunca definió.”
Testigo del cumplimiento de tal desafuero es ver como al inicio de la democracia los mítines se resolvían en el estricto ámbito de la ideología, entendida ésta no tanto desde las perspectivas filosóficas de las distintas doctrinas políticas, tan ignoradas siempre como conocidas, sino por un concepto más ambiguo pero amable e indudablemente atractivo, la libertad.
La libertad por no conformar idea de nada nos permitía convertirla en nuestro particular ideal fuese éste más permisivo y dogmático o más intransigente y liberal.
Con ella por bandera qué cabeza resultaba pequeña, qué boca amanecía vacía, con ella de la mano no había posibilidad de silenciarse, de dejarse ver en la limitación intelectual tanto del individuo como de grupo. Y es que allí dónde no había se ponía libertad, para qué, para lo que fuese y donde fuese, y es que la libertad era de todas las músicas sociales la que mejor sonaba.
Lo triste es observar que a día de hoy, la ideología sigue siendo materia aprobada y la libertad ha dejado paso a otra novedad social, más grosera: el dinero, personalizando en él ese progreso a que aludía F. Pessoa, ese, asómbrense, que está por definir, ese que permanece aún indefinido.
Me trasmites en esencia una poderosa inquietud,una intranquilidad ...tienes la sensación de que ha muerto la vocación que se tenía hace unos años de que la libertad pusiera los cimientos a una justicia, a unos ideales....ahora los cimientos son movidos por otras fuerzas: el Dinero...sí..es una novedad social, tal como dijo Pesoa,una novedad envenenada que contruye unos cimientos caóticos .. de una torre de Babel incierta ...sí, he captado ese tu desasosiego, claramente . Es de vértigo si analizamos fríamente las cosas.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo, aciertas siempre analizando .
Estimada amiga, quizá debimos definir la libertad, delimitarla, atinar, cuando menos, a nombrarla, ya sé que no es que sea fácil, que es sencillamente imposible, por la sencilla razón de que la libertad es por esencia: indefinible, innombrable y mucho menos limitable, ella es esencia en estado puro, la más íntima y cabal que nos conforma y convoca.
ResponderEliminarDebimos hablar de las reglas sociales que deseábamos darnos, y cuando hablo de reglas hablo de la ideología, de esa parte filosófica que contiene el discurso de nuestra libertad expresada en lo común, con sus miniseries y sus grandezas. Claro que esa apuesta nos llevaría a tener que contemplarnos no como autores de nuestra libertad sino como meros beneficiarios de ella. La decisión es sencilla, quizá en la nobleza de tu alma no, pero no me negaras que la tentación está ahí. Porque ejercer la libertad, mejor ser libres, aún sin saber para qué y por qué.
Y si es triste este mal entendido en materia tan sutil, que decir del grosero progreso. Ese no guarda secreto filosófico sólo voracidad económica, y tampoco hemos sabido definirlo. Quizá amiga porque somos así, de esa condición, incapaces de mirarnos con malos ojos.
Es un placer contar con tu opinión, qué decir de tu cariño, qué decir sin emoción, sin emocionarme.
Recibe un fraternal abrazo.
Libertad, ideología, dinero. La libertad te impediría tener una ideología, la ideología que debería darte libertad, te condiciona. El dinero que puede comprar ambas, es el único hilo conductor de la actual ideología. Todo se reduce a eso: dime cuál es la ideología que me conceda el tres per sent. Tengo un pariente político, al que llaman cuatro por ciento. La inflación, sin duda. Y no me extraña en la casta política; sin embargo echo de menos llamadas de atención de los intelectuales más respetados. También ahí ha llegado la ideología del dinero allanando libertades. Y si alguno levanta la voz, enseguida otras más potentes la apagan al grito de "progre"! facha!
ResponderEliminarAsí que, dispongámonos a escuchar insultos y promesas vacías de contenido que puedan ser olvidadas sin coste electoral, porque la memoria o es frágil o está comprada.
Ya sé que dibujo fuera del marco de tus palabras, pero debajo de cada frase se esconde un compendio de filosofía que le hace a uno divagar a poco que profundice en ellas.
Ya no hay hombres como castaños, que conserven las mismas ideas durante mil años. Y no me refiero a la idea de progreso, que es movilidad, adaptación a lo nuevo, sino a la moral, a la fuerza inalterable de la palabra, al inamovible valor del hombre.
Aunque de cuando en cuando uno se desasosiega leyéndote.
Saludos cordiales.
Es un placer acercarse a este espacio donde se invita al pensamiento sin más ambición que el consuelo que provoca compartirlo. Y donde uno encuentra incluso reflexiones con vocación de experiencia estética. Guardo para mí la secreta esperanza de ser contagiado de tanto talento.
ResponderEliminarSobre la libertad, mientras tanto, poco puedo decir. Desvariar, si acaso. Reconozco que es una palabra que llena mi boca cuando la pronuncio, como el agua cuando la bebo y, al igual que ella, pasa a constituirme inconscientemente y que ambas calman mi sed. Tengo, sin embargo, la dudosa intuición de una esencial diferencia, el agua es en sí misma, esté o no en mí, por mucho que ello cambie su significado. La libertad en cambio no es si no está, y no está si su significado no es fiel a su propia esencia. Yo –elucubro- cambio al agua cuando la asimilo, la libertad me cambia a mí cuando me incorpora. Ambas, no obstante, comparten la cualidad de su dimensión social, y de poder ser embotelladas, adulteradas y vendidas en este vasto mercado de los alimentos y las ideas esenciales para la vida.
Me temo que la auténtica libertad solo se conquista y conserva con sangre, sudor y lágrimas.
Un admirado saludo.
Nacimos a este volar de cuadernos en la infantil pero necesaria idea de compartir, de hablarnos para decirnos, para preguntarnos y respondernos, para creer y descreer, en ese necesario juego nos movemos sin otro afán que el de consolarnos del abrasador sol de nuestros días de ambición.
ResponderEliminarTu respuesta resulta estremecedora en el diagnóstico pero no por ello excesiva es así, tal como lo expones. Pero a ese desaliento se impone la razón de la sabia exigencia cuando hablas de los hombres castaño, a los hombres nobles en su andamiaje espiritual a la hora de nombrarse y nombrar a los demás con la honestidad suficiente para tratar de ser de una sola pieza. Ese es el verdadero heroísmo, la verdadera heroicidad.
Impagable pieza amigo, impagable, gracias de todo corazón por tu presencia y cariño.
Recibe un fraternal abrazo.
Le respondía a Cesar y me encuentro con tu comentario amigo FJavier, parejo sin duda con lo que pienso de este licito comercio de egos que comienza siendo atalaya de águila para terminar siendo nido de petirrojo. Porque llegados a este punto eso somos, hombres con el pecho rojo, pecho incendiado por una pasión tan necesaria como lo es todo lo accesorio en los afanes de nuestra existencia. Una pasión que a caballo entre la razón y lo meramente onírico busca ayudarnos a encontrar sentido a la sombra que somos cuando dejamos de ser ese todo contundente a que nos aboca la realidad.
ResponderEliminarHablas de talento y te leo estremecido de emoción por ese con que tú me iluminas, a la par que consolado por el cariño que advierto en tus palabras.
Hablamos de libertad, dices bien, sin atinar a definirla, a situarla, a señalar donde comienza y donde termina, nos miramos por ello y nos vemos finitos por todas las orientaciones físicas, sin embargo, arde en nosotros algo superior que no admite horizontes y así lo percibimos, a ese inexplorado mundo pertenece a la libertad. Y es por ello que cuando un hombre, que decir de un pueblo, consigue plasmar en su rostro social un algo de ella ese hombre y ese pueblo alcanzan un punto de madurez que jamás le va a defraudar.
Dices también con exacta precisión que tanto el agua como la libertad admiten el manoseo, irrefutable razonamiento si a la libertad de los enjuagues nos referimos, agua de limpiar para de inmediato ignorar la caída y con ella la herida. Pero y el espíritu del agua prolongado siempre más allá de nuestra capacidad de ver y quizá de intuir, y el de la libertad expresado en ese ser contumaz en la idea de dignidad, de justicia, de tolerancia y de elemental sensibilidad frente a la belleza de que es capaz de la vida, también la nuestra.
Respecto a la conquista de la libertad, entiendo amigo, que no cabe por cuanto habita en el acto contrario, en el de la rendición, en el de permitirle ganarle espacios en nuestra existencia, en el de entregarnos a ella. Lo que sin duda supone como bien dices derramar sangre, sudor y lágrimas.
Decirte amigo para terminar que te he sentido libre, que he sido participe de un algo de tu libertad y que te lo agradezco infinitamente en la medida que ese sentir me hace participe de la mía, en eso que se llama comunión de las almas, y que a día de hoy no tiene otra utilidad que urdir poemas y alimentar utopías.
Gracias amigo.
Recibe un fraternal abrazo.