sábado, 19 de junio de 2010

MUERTE DE UN NIÑO ESCRITOR



Ha muerto un niño que escribía largos poemas de ingenuidad social. Un niño que soñaba con un mundo mejor y no dudaba en dibujártelo palabra a palabra en los trazos sencillos de su voz, en la decidida esperanza de que lo vieses igual que lo veía él. Parecía decirte, si quieres que alguien forme cabal idea de un molino, no dibujes un molino, dibuja algo que parezca un molino.
Hoy, con su muerte quedan huérfanos de madre y hermana, de padre y hermano, de hijo y abuelo, de abuelo y nieto, de amigo y camarada, los personajes de barro y paja, esos que viven bajo la sombra de su suerte y a expensas de su sudor, esos que no han heredado otro dominio que el de su aliento, ni otro afán que el de vivir.
Hoy, todos somos huérfanos de José Saramago: niño irredento, hombre con feroz apetito de niñez. De su maternidad, de su paternidad, son honestos testigos esas sus niñas obras que ya no podrá escribir; esas, digo, que hemos de soñar, para cumplir así su primera y última voluntad, la de invitarnos a imaginar, en la siempre legítima esperanza de que volvamos a ser los niños que nunca debimos dejar de ser.
Herederos de sus palabras soplémoslas libres sobre faz de la tierra para que sea en ellas la luz de ese tiempo que es siempre hoy, y también mañana, y también siempre, sin dejar por ello de ser también ayer.
Mi memoria, mi llanto y mi alegría están hoy de luto, porque ha muerto un niño escritor a la temprana edad de la lucidez, y eso encarna siempre una irreparable pérdida.
Reciban quienes lo han perdido en sus casas y en sus corazones mi más sentido pésame.
Y para ti, José, un hasta siempre en el islario amigo de tu humilde y honesta obra.
Un fraternal abrazo

lunes, 14 de junio de 2010

LO POSIBLE Y LA POSIBILIDAD



Dicen que los europeos, españoles incluidos, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Si así ha sido afirmo en nuestro descargo que lo hemos hecho inconscientemente, en una palabra, que hemos sido posibles y gozado a demás de la posibilidad sin tener conciencia de ello, o lo que es lo mismo, siendo del todo imposibles y sintiéndonos huérfanos de toda posibilidad.
Supongo que este haber sido sin haberlo sentido es el que nos mueve a callar y aceptar tan injusta acusación no con resignación sino con la indiferencia propia de quien no se da por aludido, sino que oye la sentencia y la siente ajena a su realidad, algo que se dice de un manirroto.
Llegados a este punto no cabe sino admitir que el estado del bienestar es pura ficción, mero espejismo, nítida sensación de vivir, elemental realidad virtual en la que hemos invertido hasta aquello de lo que aún no disponíamos. Despilfarro por el que ahora se nos exigen e imponen graves recortes en la esperanza de que podamos retomarnos en la exacta medida de lo posible y reconocernos en la siempre utópica posibilidad. El envite se antoja necesario, es lo lógico, urge redimensionarnos y para ello debemos renunciar a lo tridimensional para contemplarnos planos en el titánico esfuerzo de volver a esos tiempos del estado del malestar, en los que éramos aún capaces de ser críticos y rebeldes con nosotros y con la realidad hasta el extremo de llegar a imaginar cambiarla.

domingo, 6 de junio de 2010

ABSOLUTO Y ABSOLUTOS



El grito de repulsa contra Israel es unánime, no cabe otra respuesta, la acción de su ejército es merecedora de algo más que un severo reproche, se debe abrir una investigación y depurar penalmente las responsabilidades que sin duda alguna exigen el asesinato de diez personas.
Dicho esto afirmo que israelitas y palestinos se hallan, por exigencias estratégicas ajenas a su voluntad, abocados a vivir en un órdago de exterminio que los convierte en fieras acorraladas y como fieras se comportan. Llegados a este punto la respuesta internacional se divide en absolutos. Por un lado los países árabes, que han encontrado en el pueblo palestino la coartada perfecta para justificar su guerra santa y la santidad de sus jerarcas, aprovechan la agresión para criminalizar al pueblo judío. Por el otro la sociedad occidental habla de brutalidad intolerable, de crimen contra la humanidad, mientras que, con la otra mano, sus gobiernos, con el de Estados Unidos a la cabeza, apoyan a Israel como bastión de sus valores e intereses.
Entiendo, por tanto, que palestinos e israelitas no son sino víctimas en el papel de verdugos, sometidos al más brutal de los dilemas, el de luchar o sucumbir.
Juzgarlos bajo el prisma de sus actos se antoja sencillo, se impone indagar en la cruel realidad a que les empuja ese terrible absoluto que, en el plegar y desplegar de sus criminales estrategias geopolíticas, les ha reservado la comunidad internacional.