viernes, 19 de agosto de 2011

DE PASTORES Y REBAÑOS


En las entrañas del hombre se acantona profundo y milenario un mineral de diamantina dureza, se le conoce como: incertidumbre, necesidad de trascender, angustia existencial al fin. Ese es el inagotable recurso que gestionan las iglesias sobre la falacia de estar en posesión de esa divinidad capaz de darle forma a través de la fe.

No pudiendo pues vivir sin dios me gustaría que fuese sin dominio, ni sede, libre y en medida y a la medida de cada uno de nosotros y de nuestras fragilidades. Pero nos resultan más creíbles esos dioses capaces de constituirse en multinacionales de la fe.

No me gustan los pastores, ni los rebaños, ni los dioses, ni que tenga utilidad económica tan ingenua necesidad, pero sobre qué se funda toda industria, y ésta lo es, sino sobre las debilidades y apetencias del hombre.

La iglesia católica es a día de hoy un club privado, censurable en sus dislates morales y plausible en sus aciertos sociales. Cabe, por tanto, preguntarse a qué intereses obedece el furibundo ataque a que está siendo sometida. Cómo cabe desconfiar que tras él se esconden otros pastores reclamando sus ovejas, sin que conozcamos el talante de su dios ni la calaña de su fe. O quizá sí sepamos de ellos y de su utilería espiritual. Sí, quizás sean esos mismos que habiendo sido llamados para gobernar nuestras cotidianas necesidades han cedido a la tentación de asaltar el baluarte de esa última fortaleza a la que llamamos conciencia.

José Romero P.Seguín.

4 comentarios:

  1. Ciertamente, José Alfonso, a poco que uno use el pensamiento con fines higiénicos tiene que ser crítico con la parte corporal de ese cuerpo que son las religiones. Sobre la parte espiritual se puede pasear sin más como lo haría un músico a través de las calles de una partitura. Personalmente prefiero las religiones politeístas. Sobre la iglesia católica, al igual que con cualquier club privado, poco puedo decir que no diría de cualquier otro estamento de poder, salvo acaso lo referente a su apasionante historia.

    Apuntas acertadamente –como es habitual- sobre la dimensión sociológica de la fe y la naturaleza del hombre y comparto cuanto dices.

    Pero al igual que el islamismo representa una estructura de poder con clara vocación política, la iglesia católica promueve y fomenta un tipo de modelo social que choca frontalmente con otros valores laicos. No hablaré de ciencia. Ni de democracia. Pero es fácilmente comprensible que desate críticas no carentes de fundamento. Sobre la intensidad de ellas diría que está más reflejada, en mi opinión, la idiosincrasia de este pueblo que somos, tan vehementes y dados a la gresca.

    Por lo demás, creo deseable, posible y conveniente prescindir de los dioses tal y como los concebimos en la actualidad. No, en cambio, de la fe.

    Un cordial abrazo y toda mi admiración.

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  2. A mí, querido escritor, me gustan los rebaños; dan un daguerrotipo espléndido contra el verde del pasto. Y no me disgustan los pastores, en su forzosa modestia. Y hay buenos y malos pastores; los hay que permiten, a causa de su distraida mente, que los rebaños pazcan a su libre albedrío y los hay que permiten que el lobo diezme a los distraidos corderillos.
    Otros son cabales y responsables.
    Pero si hablamos de la Santa Madre Iglesia, poco queda ya por decir que no se haya dicho; y tu con tu proverbial equidistancia, lo has definido de tal modo que no me queda más que decir: Amén. Ite misa es. Aplaudir tu mención a la labor social. Por ese camino nada que objetar; por algunas otras veredas, mejor no meneallo.

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  3. Estimado FJavier
    La apetencia del ser no puede ser la nada, por más que nos empeñemos, ese es el drama, porque quizás en ese viaje alcanzásemos a vislumbrarnos, sin género y sin número, en la esencia de lo que somos y desde esa conciencia acostúmbranos a vivir sin dioses, que es tanto como decir sin miedos.
    La idea totalitaria habita en todo lo creado, quizá sea una secuela de dios, quizá sólo la fuerza del instinto. Idea que ha de ser combatida con celo en el día a día dentro y fuera de nuestras fronteras.
    En lo que se refiere a la crítica siempre licita, nada que objetar, sólo advertir de que tal vez no sea en algunas voluntades producto de una reflexión sino germen de otra manipulación.
    Es un placer leer tus certeras reflexiones y aprender de ellas, se ve que eres hombre de fe, de buena fe, sé que crees en la belleza, en la inteligencia, en la pureza de algunos actos que nos dignifican al extremo de declararnos hombres.
    Recibe un fraternal abrazo.

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  4. La bucólica imagen del rebaño, qué decir del pastor, nos dignifica en la nada fácil métrica del paisaje. El esfuerzo de cuidar más que el de conducir lo hace en la poética de la libertad.
    La bondad del pastor no la marca, a dios gracia, el coraje de la oveja sino su mansedumbre, que pena de dios, de ahí que los pastores puedan ser o no ser, cuando a la oveja se le exige ser.
    Tú que no eres ni pastor ni oveja no desconfías de los rebaños, y que he oficiado de oveja te digo, podía decir eso de en verdad te digo, que bajo la cerril contumacia de su sumisas patas se pudre el pasto y languidece la tierra.
    Es un placer contar contigo, cabal y responsable, tanto como irónico en la ardua tarea de no mostrarse excesivamente inteligente. Darías un buen pastor, pero has preferido ser un buen hombre, y es ahí donde no hay iglesia que alcance ni dios que lo merezca.
    Recibe un fraternal saludo.

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