martes, 19 de junio de 2012

EL SER Y LA SIGLA



      Siguiendo en los distintos medios de comunicación el esperpento diario de la tropa política no cabe sino preguntarse irónico, ¿dónde ocurrieron éstos? En fin, que no parecen de este mundo, tampoco del otro, porque vivos sin que son. De otro planeta, aventuramos, pero para qué engañarnos, su constitución anatómica amén de sus nombres y apellidos los ubican en el género y en lo geográfico, de qué sino se iban a apellidar Pérez los Rubalcaba y llamarse Mariano los Rajoy. Son de aquí, de las calles de nuestros ocurrentes pueblos y ciudades, es más, se hallan inscritos en los libros de ocurrencias civiles. Son hijos de padres y madres como las nuestras, sólo que más mentadas por mor del mal talante que nos gastamos.
       Para esclarecer el misterio de porque se nos antojan tan distintos y distantes tomemos prestado un sacerdote, entra el aspirante en el seminario siendo, pongamos, de Ourense y sale universal, y no por su domino del latín, sino porque la iglesia ha obrado el milagro de vaciarlo para colocar dentro un cura, de ahí que parezcan cortados todos por el mismo patrón. Pues igual al político, entra en la organización entero y sale partido, no digo roto, sino pura sigla: PP, PSOE, CIU, PNV. De hecho las votamos en la difuminada piel de un puñado de hombres y mujeres cuya noción de servicio ha sido pervertida por una rutina que ellos pomposamente tildan de coherencia y un ideario de conveniencias que nombran ideología.
José Romero P. Seguín.

4 comentarios:

  1. Son de entre nosotros, de eso se valen para que no los corramos a palos. En cuanto a los curas, los de Ourense son los más cercanos a mí.
    Me quedó bien la frase, no la estropearemos.

    Un placer saber que aprecias las siglas de nuestras siglas por todos los siglos.

    Que por cierto, te pertenecen un par de botellas de las de andar por el Camino.

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  2. La verdadera tragedia escapa del anecdotario de las siglas. La del hombre que ve desaparecer cuanto posee es quizá la más dramática por ser la más esencial y la más insignificante. La del Estado que, perdiendo parcelas de libertad, transforma la gestión de lo común en patrimonio del poder. La de una sociedad que enferma de esperanza, confianza y autoestima…

    Este lugar tuyo, a su vez, que, como aquellos espacios para la reflexión sobre los conflictos éticos recupera del recuerdo a la misma tragedia griega, no puede ir más allá del testimonio de la impotencia. Sin duda, la aparente complejidad de los problemas que vivimos pondría a prueba el sentido y carácter mismo de hombres tales como Esquilo, Sófocles o Eurípides.

    Los políticos no pueden admitir, como el mismo Creonte, otra ley que la que establecen sus siglas y no dejan espacio para que Antígona, eligiendo la más alta, eterna e inescrutable ley, pueda escapar de la muerte.

    Los conflictos más importantes para la experiencia y reflexión éticas no son los que plantean el antagonismo entre el bien y el mal, sino los que confrontan bien con bien, y mal con mal.

    Políticos, siglas, financiación, prima de riesgo… yo elijo a Antígona.

    Un abrazo.

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  3. “Son de entre nosotros”, de eso mismo son, los arreas y sientes que van con ellos camino de los corrales. Los espantas y sientes que vuelas con ellos a los sinuosos atajos de los aleros.
    Bien expresado amigo.
    No hay mejor merecer que el haberte merecido la pena.
    Recibe un fraternal abrazo.

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  4. Un gesto, la esencia levedad de un solo gesto, ese es el secreto que nos permite atisbar la senda del conocimiento, del saber. Pero qué necesidad es esa frente a la implacable obediencia de la sed, acaso la de la misma hambre. Primero somos eso, apetito, luego espíritu, inapetencia. Te cuento todo esto buscando explicarte que reconozco en tu espacio el valor del gesto, la limpia trayectoria ética y estético de éste. Lo demás, dices bien, se resuelve en impotencia, triste, pero cierto, pura confrontación entre la desigualdad que arrastra el hombre de acción y el de reacción. Tal como afirmas no se deben comparar términos opuestos sino semejantes.
    De acuerdo también en la elección, no podía ser otra, el gesto que sublima, ese para el que no hay par y es por ello antagónico a todo lo establecido y en ese ser incompatible con nuestra burda trama social. Antígona, solo es posible en la posibilidad última del ser: el sacrificio. La utilidad, corresponde a otro discurso, a ese en el que nos difuminamos a favor de esa idea perversa pero necesaria de ser útiles para disponer de la utilidad de orientar a los demás.
    Un placer tenerte por aquí.
    Recibe un fraternal abrazo.

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