jueves, 20 de septiembre de 2012

INDEPENDIENTEMENTE



      La independencia es por sí un valor supremo, tanto en lo individual como en lo colectivo, no en vano proyecta al sujeto y al grupo a un plano de autosuficiencia a todas luces encomiable. Es más, es por los esforzados vericuetos de su ser por donde hombres y pueblos acceden a esa necesaria madurez que nos distingue con el don de la responsabilidad aceptada y cumplida.
      Siendo esa su naturaleza cabe preguntarse por qué en la boca de los independentistas suena ofensiva y egoísta. Juzgo que es porque se exige sobre la premisa de una dudosa superioridad ética y cultural. Y bajo la injusta y constante acusación de agravio y expolio. Porque se reclama afirmándose en la negación del otro. Porque es excluyente, y es que son muchos las personas que entienden que cuando afirman no querer ser españoles no quieren decir que reniegan de una nación en común sino que no quieren ser como ellos, que abominan de ellos porque no los sienten ni ejemplares ni dignos de compartir ningún aspecto de  la convivencia. Se hace así mismo infame porque se realiza sobre la base de un derecho de propiedad ilegítimo, el que nace de la contingencia de haber nacido en un determinado territorio. Derecho que creen les otorga el privilegio de poder decir quién y en qué condiciones puede transitar y permanecer en él y quién no.
      Mi mirada puede resultar injusta, tanto quizás como que se nos haga sentir como parásitos que hemos vivido y vivimos a sus expensas.
José Romero P. Seguín. 

4 comentarios:

  1. Tu capacidad para dar en el blanco y hacerlo sin perder estilo es de admirar. Coincido en la sensación que uno tiene de ser mirados con desprecio por nuestros compatriotas, como seres vagos e indignos de compartir territorio con la raza superior catalana.
    Por otra parte el resto de España, que hasta hace poco se aferraba al axioma de "o para mí o para nadie",va cambiando de pensamiento y cada más a menudo se oye aquello de "que se vayan" con resentimiento propio del amante despechado.
    En fin, si la verdad te hace libre, la verdad sin duda es que con más dinero permanecerán otro ratito con nosotros.
    Abrazos fraternales también.

    ResponderEliminar
  2. Estimado Cesar, como ya sabes esto del nacionalismo es, dicen, un sentimiento, bueno es sentir pero en cuestiones de esta material naturaleza mejor, digo yo, pensar
    Yo, celoso protector de mi patria chica sé de la inviolabilidad del sentimiento, nadie te lo puede robar, ni va a robar, especialmente porque es producto de difícil salida comercial. Solo entre los que te quieren de verdad adquiere valor.
    “El que se vayan”, tienes toda la razón, encierra y revela una forma de ser extrema sin términos medios. Yo digo que se vayan si cuenta con el número suficiente de voluntades y respetando los acuerdos y deberes a que estos años en común les obligan.
    Muchas gracias por tus cariñosas palabras.
    Recibe un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Dicen -con razón- que la única memoria que perdura es la emocional. Huella inconsciente ubicada en un lugar de muy difícil acceso y que condiciona totalmente nuestra mirada, nuestro camino y nuestra voluntad. Somos emoción antes que pensamiento y quizá por ello los que necesitan de nuestro concurso se empeñan tanto en provocar y alimentar los más idóneos a su propósito.

    Defienden que el nacionalismo es un sentimiento excluyente quienes buscan mover y utilizar a la población como catalizador de sus intereses y ambiciones. Nada más fácil que ser manipulados por este tipo de mensaje capaz de tocar los resortes más tribales de nuestra esfera instintiva y que parece retrotraernos a una época evolutiva en la que el sentimiento de pertenencia a la tribu constituía uno de los mecanismos que propiciaban el cuidado recíproco y la supervivencia. El “otro” es el enemigo.

    Frente a ello no puede haber otra cosa que la razón. Ni otro ejercicio que la solidaridad.
    Busco un antídoto por todas pates y te confieso que los únicos signos de esperanza que encuentro están fuera de los perímetros de esta tribu de la que cada vez me siento menos identificado.
    Será la crisis.

    Un cordial abrazo de bienvenida.

    ResponderEliminar
  4. Pues yo, D. José Alfonso, soy de esos que dicen..."pues...¡¡que se larguen!!". Más que nada, por los continuos amagos de fuga siempre aliviados con alguna recompensa...sustanciosa que ha acabado, siempre, perjudicando el desarrollo económico y social de otras zonas de la piel de toro.
    Que se larguen si les place...de hecho, todos deberíamos poder optar a hacerlo. No creo que haya alguien que sienta placer en ser socio a la fuerza de nadie.

    Saludos!!

    ResponderEliminar