domingo, 22 de septiembre de 2013

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE


     
     “Que el árbol no te impida ver el bosque”, sentenciamos a menudo con esa natural indolencia a que aboca la cosmética cultural.
      La frase advierte sobre el peligro de que la unidad nos impida ver la pluralidad. Buscando aplicarla a la realidad, me traslado (años ochenta) a una ciudad del Norte abierta al mar por el hermoso zaguán de una bahía de ensueño. En ella un policía municipal negro, uno solo en plantilla. Era verlo y decirte, mira que nada racistas, que integradores, que europeos.  Y lo eran en aquel hombre. Mientras, a su alrededor, miles de hombres y mujeres venidos de otras provincias en procura de mejores condiciones “sociolaborales” eran tratados con cierta displicencia y adjetivados despectivamente sin excepción.
      En la actualidad la vía catalana para la independencia. Vía: camino, circulación, acceso, comunicación, eso en apariencia, detrás: frontera, peaje, pasaporte, conveniencia, señoreo, la particularidad de la tribu frente a la singularidad del individuo. 

      Aquel policía y esta vía no son sino ese árbol que nos impiden ver el bosque. Ambas hablan con palabras torcidas de un aún más torcido talante. Ambas han sido plantadas ante nuestras comodonas narices para confundirnos o permitirnos justificarlo. Pero por más que no queramos saberlo aquel “árbol” humano y esta humana exigencia no esconden sino la profunda y caprichosa inhumanidad de esos que se anuncian magníficos en la vileza de tan burdo engaño.

4 comentarios:

  1. Y es que tenemos la manía de parecer diferentes siendo todos tan iguales. Se está fraguando desde hace décadas un egoísmo individual que infecta a toda la sociedad. Y a veces habría que volver a rememorar aquellos años en donde todo el pueblo aunado de pajar en pajar recolectaba el trigo para cada individuo a cambio de un bocadillo de sardinas.
    Acertada reflexión, como siempre.

    Saludos cordiales.

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  2. “Somos como el árbol que ocupa el ojo del leñador. Ignoramos la existencia de ese enemigo que conoce las claves de nuestra vulnerabilidad. Ante él estamos indefensos. Un resorte, una imagen, un estímulo adecuado y quedaremos en trance de hipnosis, entregados a su voluntad. Somos el árbol y somos el leñador. De actores víctimas a actores verdugos por imperativos del guión, su guión. Es la naturaleza humana. También es la naturaleza de la máquina. Somos la máquina que fabrica el escenario donde se representa la muerte del esclavo, de todos los esclavos, a manos de la ambición del amo. Somos el esclavo y somos el amo. Porque el enemigo mueve los hilos desde la sombra. Allí donde se puede ver sin ser visto, donde se conserva la humedad y se regula la temperatura. Allí donde está el bosque, su bosque”

    Mi gratitud y admiración, José Alfonso.

    Y un afectuoso saludo.

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  3. Volver a nosotros en los otros, bonito mensaje.
    Gracias por tu visita.
    Recibe un fraternal arbrazo.

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  4. Si amigo, sí, a menudo es el bosque quien no nos deja ver el árbol. Sin embargo, ese despropósito se nos antoja natural.
    Somos la víctima y el verdugo, el delito y la condena, somos todo lo bueno y lo malo que en otros nos aterra.
    Magnífica reflexión amigo.
    Recibe un fraternal abrazo.

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