El gobierno, de la mano del ministro de interior se dispone a dividir a ETA debilitando el Estado de Derecho, porque, es cierto, las deserciones siembran el desanimo en sus filas, pero cuando estamos hablando de rebajar condenas y otorgar permisos que aún no corresponden, quizá no se estén produciendo deserciones sino que los miembros de la banda estén actúan dentro de una estrategia perfectamente planificada y orquestada con un único fin, poner en libertad o en disposición de disfrutar de beneficios penitenciarios a muchos de sus más sanguinarios miembros.
La aspiración de terminar con ETA es, además de legítima y necesaria, una mala tentación electoral, a qué partido no le gustaría lucir esa bandera. Pero cuidado con el precio a pagar, y es que puede darse el caso que sea más lo que perdamos que lo que ganemos, porque está en juego el respeto a algo más sagrado aún que la ley, el espíritu que la anima y por la que si merece luchar y morir: la dignidad, la justicia y la libertad, en su defensa han muerto cientos de hombres y mujeres que sin duda alguna nos representan, no en vano en ellos fuimos asesinados, en medida, todos.
La tentación es atarse a la paz por la paz y oficiar de tolerantes con esos que no lo han sido, en esa mascarada ciframos hoy nuestro prestigio democrático, de ahí sus histriónicas maneras y su memorizar a conveniencia. Y es que por el momento ellos avanzan en derechos y nosotros en renuncias.