Las democracias maduran en el ir y venir de las prohibiciones y las libertades, cuanto más larga sean las mareas de las segundas más fuerte y sanas serán éstas. El proceso se antoja sencillo, tanto como dejarse ir en la apetencia, desposeerse de normas, confundir obligaciones con derechos, equivocar el improbable de lo utópico con lo probable de los tópicos, mostrarse eclécticos y equidistante respecto a los que demandan justicia. Ceder en suma ante la intolerancia en el nombre de la tolerancia. Y lo que es peor, desarrollar entorno a esa sucia marea todo un sólido discurso intelectual con la intención de mostrarlo como un avance cuando es sólo un retroceso.
En ese error hemos vivido, y no es que hayamos confundido libertad con libertinaje, porque es mentira que nuestra libertad termina donde comienza la del vecino, ella está en nosotros y la otra no es sino buena educación, es sólo que hemos consentido que la democracia se convirtiera en ese gris territorio en el que exiliarnos de nuestra responsabilidad.
Esa debería ser la voluntad que nos obligara en todo momento, la de la responsabilidad que nace en lo individual y se concreta en lo colectivo. Ella, que es libertad, y no la prohibición, que es imposición, será la que nos ha de llevar a construir una sociedad sana y capaz.
El ideal no habita ni en la prohibición ni en la inhibición, sino en saber hacer de las obligaciones derechos y de los derechos obligaciones.
Es cierto que en las sociedades democráticas todas las libertades tienen unos límites: libertad de expresión, no es libertad de insulto, pero lo que no puede haber , por parte del estado es juzgar preventivamente. Por ejemplo: Si se supone que Sortu apoyará o financiará a ETA, no se le puede prohibir preventivamente, hay que esperar a que lo haga. Si un violador cumple su condena, hay que ponerlo en libertad, aunque pensemos que probablemente volverá a hacerlo.
ResponderEliminarPoco tiene que ver democracia con libertad. La libertad, lo dices muy bien, pertenece a cada cual y la democracia es de todos y regula todo y a todos. La esperanza radica en la hermosa visión que nos dejas, un desideratum, "hacer de las obligaciones derechos y de los derechos obligaciones". En un mundo perfecto sería el primer mandamiento de la Ley de los Hombres.
ResponderEliminarNo se puede por menos de coincidir con tus cabales pensamientos, a más legislación menos libertad. A menos educación, más libertinaje.
Debería ser obligatorio, en estos tiempos de prisas, de información vertiginosa, leer al menos una vez a la semana estas píldoras impagables que nos regalas.
Saludos cordiales.
Como bien dice I. Sánchez Cámara, la democracia no es un antídoto contra el totalitarismo, ambos conceptos no son incompatibles. La mayoría no está legitimizada para decidir lo que es bueno o malo, la verdad no depende del sufragio universal. Legislando contra una religión desarrollamos otra, pero las religiones deberían de ser opciones para la libertad del individuo y no una imposición que la limitase. Y si lo que queremos es fomentar el desarrollo y el crecimiento en la madurez lo que el Estado debe propiciar es la educación, sin imponer una formación determinada en detrimento de otras, sin imponer un tipo de memoria o un determinado tipo de costumbres.
ResponderEliminarNuestra democracia carece de prosperidad como carece de libertad, o, al menos, nos encontramos en ese triste camino.
Blog como el suyo, don José Alfonso, representan una ventana a la esperanza.
Un cordial abrazo.
Maestro!!
ResponderEliminarY a mi que me da que la democracia es un bien escaso, caro por tanto, un bien...privativo, por no decir privado, de unos pocos...capaces de apreciar su sabor.
Para los demás queda el sucio mercado de las democracias a la baja...pervertidas por valores subprime y sometidas al marketing de la demagogia.
Si los fundamentos de la democracia son la isonomía y el conocimiento...me da la sensación de que nunca la conoceremos, no es la naturaleza de la especie...una especie a la que algún listo ha desligado antes de tiempo del género pythecus!!
Un abrazo!!
Así es y así funciona la democracia, los ojos puestos siempre en la libertad y la nuca en la dignidad, arropada una por lo mejor de los mejor de cada casa de interés creado, y cada casta de intelectual cebado. Desnuda la otra y siempre al alcance de la mano del primer desaprensivo que pase por allí y se le antoje llenarla de plomo o vaciarla de contenido. Así es, amigo, porque nos empeñamos en poner la libertad a ejercer de vecino, de ciudadano, cuando ella es otra cosa, es o debiera ser lo que mueve ese vecino y a ese ciudadano en su quehacer particular y posteriormente colectivo.
ResponderEliminarEs cierto que la norma tiene que ajustarse a lo acordado y lo acordado debe nacer de la limpia y sana voluntad de cada uno y de todos en el libre ejercicio de su libertad. Pero el acuerdo no puede ser ni debe anteponerse a la ineludible obligación que tenemos de proteger nuestra integridad física y moral. Si no es así la democracia decae en la inhibición, en dejar hacer porque nos es más cómo y menos peligroso, y ésta no es menos peligrosa que la prohibición.
Se ha de demostrar la culpabilidad del delincuente y se ha de confiar en su rehabilitación, porque así lo hemos acordado, no porque sea un acto de libertad, es sólo un acuerdo, cargue cada uno con su culpa, pero no culpemos de ello a la libertad.
Es un placer tenerte por aquí Manuel.
Recibe un fraternal abrazo.
Tu interpretación Cesar desborda mi reflexión, llega hasta allí donde yo no había reparado, para repararme, en el cariño, tal vez en exceso, pero a modo de consuelo como negarme a dejarme acariciar por él.
ResponderEliminarGracia amigo por tus palabras en lo que me tocan y en lo que tocan.
Recibe un fraternal abrazo.
Efectivamente amigo FJavier, la libertad, entiendo, no es en sí mismo ni buena ni mala, es sólo potencia, capacidad de acción y decisión, la que tiene o debiera tener el individuo a la hora de ejercer como tal y también como colectivo. Ocurre sólo, y así se lo expresaba a Manuel, que para convivir tenemos que alcanzar acuerdos, lo más plurales y sanos en sus contenidos. Acuerdos que posteriormente declinan en normas escritas, normas que finalmente se materializan en leyes. En ellas se afianza la democracia, por lo tanto, no es incorrecto decir que la democracia es un sistema de libertades, como tampoco lo es decirlo de un sistema totalitario al que se haya llegado por consenso de una mayoría. La gran diferencia, estriba, a mi juicio, en la calidad de la voluntad que lo alumbren, es decir, de la calidad de las potencias que las animan.
ResponderEliminarDe ahí que sea más que necesario imprescindible, quizás vital, que la educación sea lo más neutral e independiente que sea posible, porque sólo la libertad de pensamiento puede llegar a madurar voluntades libres, capaces de distinguir por ellas mismas la senda de los valores, principios y derechos que nos asisten y que hemos de respetar por encima de los acuerdos.
Muchas gracias amigo mío, por la claridad de sus pensamientos, y también por su muestra de cariño.
Reciba un fraternal abrazo.
La democracia interpretada como un sistema de renuncias, de comodidades, de eclecticismo y equidistancia, es efectivamente un sucio callejón sin salida.
ResponderEliminarBaste decir para respaldar esta razón que a la nuestra a día de hoy la sustentan dos columnas más falsas que la falsedad misma, y más criminales que el crimen, la de la estupidez y la resignación.
La culpa de ese terrible error es, según mi entender, el empeñarnos en contemplar felices a la libertad pastando por los prados de nuestra filias y fobias ideológicas, sin querer entender que la libertad como nuestra sombra camina siempre con nosotros.
La puerta por la que salimos corriendo de los valores que le atribuyes a la democracia “isonomía y conocimiento” es curiosamente la de la libertad, la misma por la que debiéremos entrar para hacerlos posibles y visibles.
Es un placer tenerte por aquí ácido y cruel como el hombre libre que eres.
Recibe un fraternal abrazo.