domingo, 1 de diciembre de 2013

EL BOTIN DE RODRIGO


Suenan los melancólicos acordes del Aranjuez de Rodrigo. Descuelga el teléfono en la dejadez de esa clave. Se oye una voz vital. 
–¡Bueno días!, soy Emilio.
-¿El de Rousseau?
- El del Santander.
- ¿El de Hobbes entonces?
-“¡El hombre un lobo para el hombre!”¡Tonterías!, el hombre un negocio para el hombre. Ese es mi lema.
-¡Cabal! Pero dígame, ¿qué se le ofrece?
-Me gustaría contar con Ud. como consejero internacional.
-Dirán que tiene en poca estima el botín. Horas bajas, ya sabe. 
-No se amilane, su currículo le abala.
-En lo público, porque en lo privado, una ruina. Además, hoy contamos con jóvenes talentos:  los exportamos.
-Sí, sobrados de títulos y faltos de agenda.
-Dominan varios idiomas.
-Menos el que a me interesa, el de comerciar sin desdoro ni para el que se vende ni para el que lo compra.
-Engrasar, entiendo.
-Se engrasan las maquinas D. Rodrigo, a Ud. le reservo para tareas más sutiles. No es ingenio mecánico lo que va a mover sin a conmover voluntades.
-Ese ha sido mi oficio durante mi vida política. Es duro D. Emilio, tanto como ingrato, te piden milagros y no somos santos.
-En mi regazo hallará merecida peana.
-¿Hablar de salario no nos es propio?
-¡Un insulto!
-¡Insúlteme!
-De consejero, más comisiones, ¡claro!, como en Bankia.
-A esa ni mentarla.
-Un borrón lo echa cualquiera.
-Un marrón D. Emilio. Además, corren malos tiempos.
-Nos lo van a decir a nosotros.
Risotada al unísono. 

-No, si al final aún me alegra Ud.  el día.

1 comentario:

  1. Quizá deberíamos de rescatar el género de la zarzuela y dedicar una a estos todopoderosos del poder y la infamia. Imagino su acertado diálogo, con su música correspondiente, haciendo las delicias de cuantos decidimos, por imperativos del guión, reírnos de nuestras sombras al tiempo que las señalamos con el maltrecho dedo de la desdicha.

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