domingo, 1 de diciembre de 2013

UNIVERSOS RAYUELA

Hay días en los que parece obligado hablar de todo hasta que adviertes que todo está manchado de palabras, palabreado como vulgar calderilla, cuando no lo es. Huyendo de esa dolorosa certeza busco referirme a esa nada que lo habita todo, pero también ella ha sido ruin e indolentemente pronunciada. En el desconsuelo de esa clave me pongo otoñal y digo ¿qué puedo hacer? Soy la fragilidad del hombre en medio del universo, hijo de la fatalidad, un juguete del destino. Miento y lo sé, los universos se tocan, porque no son ni únicos ni infinitos, son por el contrario múltiples hasta lo infinito e infinitos en lo múltiple. Solo el hombre lo cree así porque se niega a reconocerse en ese universo que es y en el que vuela libre su voluntad. Quiere ser uno y finito frente al infinito universo para no tener así que dar cuentas infinitas e infinitamente personales de nada. 
Somos responsables en lo individual y en lo colectivo, pero cómo asumirlo. Es otoño y las hojas caen finitas y las finitas calles se cuajan de símbolos infinitos y podemos respirar melancolía sin sentirnos culpables de nada de lo que ocurre, porque en todos lados, buscamos creer, nos acecha el hado de un universo inescrutable único e infinito. 


Horacio, el protagonista de “Rayuela” de Cortázar, no busca a la Maga, fía esa urgencia a una fuerza superior, a la natural atracción de los universos. Solo en esta apetencia nuestra, casual y frágil cabe la inocencia

2 comentarios:

  1. A veces arañamos desesperadamente la vida con palabras, como quien queriendo escapar de su cárcel con las manos tiñera las paredes de rojo. Y la sangre seca cicatriza en el otoño, se cuartea y cae, dejando un testimonio que va más allá de las palabras y de quienes en la urgencia de libertad se dejaron las uñas. También comparto el vértigo de sentirme infinito, la admiración por Cortázar y las heridas en mis dedos.

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