lunes, 10 de mayo de 2010

CULPAS Y MAGNITUDES



El agreste paisaje de la culpa se proyecta siempre en lo infinito para que esa calculada inconcreción nos permita vivir sin culpa a la orilla de los días.
El presidente de gobierno advierte a los especuladores que sus manejos no han de quedar impunes, sin entender que en ese mismo acto está él especulando por lo abstracto de la naturaleza e identidad de éstos, ¿qué son, quiénes son? Sin duda esos millones de honestos ahorradores que ordenan a sus gestores económicos que les consigan los beneficios más altos.
El primer precedente de esta huida comienza en la boca de los padres cuando en defensa de la conducta de sus hijos echan mano al socorridas “malas compañías”, seres nacidos para la culpa sobre los que nadie reclama paternidad.
A lo largo de la vida los ejemplos se suceden sin solución de continuidad. La culpa de la drogadicción nos repugna en los grandes narcotraficantes que se enriquece con su venta, mientras nos compadecemos de esa legión que la distribuye calle por calle. En las estafas piramidales ocurre otro tanto de lo mismo, abominamos del vértice pero nada decimos de la base que la sustenta y en verdad la ejecuta…
Nuestra inocencia es de está calaña, un ser incólume que sufre la voracidad del individuo o de una élite de malvados, antojándosenos nuestras maldades y culpas escasas e incapaces de hacer el menor daño. Sin querer entender que si esa premisa se cumpliera no sería ni tanta ni tan grave la culpa.

3 comentarios:

  1. En la estafa piramidal anida la codicia, lo mismo que anida en la voluntad de enriquecerse a toda costa y contra toda moral.
    En el presidente del Gobierno anida la voluntad de convencernos de que ha aprendido economía en dos tardes y una noche. El sabe, porque se lo han dicho, que si tuviese defensas el enfermo de poco valdrían los ataques del virus de la gripe, pero las economías, no sólo la nuestra, viven con el virus de inmunodeficiencia adquirida por las prisas de enriquecerse a toda pastilla. Y ahora no se cura con pastis, sino con una inyección de euros, de muchos millones. Y el presidente muestra la geringa con el ánimo de que al verla los virus huyan despavoridos. Hemos estado cargando el burro con muchos sacos y nos hemos olvidado de darle paja. El burro rebuzna, se ha parado y pide pan.

    Usted nos aclara que los gérmenes atacan porque son gérmenes, no porque nos odien, en su naturaleza está enriquecerse y la obligación del médico es impedirlo. Con medicamentos, no blandiendo la geringa. Los gérmenes somos todos. Y dice usted más cosas, entrando en el interior de ellas, no desde la superficie.

    Nunca choveu que non escampara. O eso esperamos. ¿Escampa porque escampa, o porque mandan escampar?

    Saludos cordiales.

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  2. Y no obstante el presidente debería mostrar la JERINGA. Malditas prisas...

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  3. Llueve en la ceniza, llueve fuerte y salpica de gris hasta el cielo de la boca. Es la lluvia, sino habría sido el viento y se llenaría de gris el cielo de los ojos. El fuego se apagado, como siempre, antes de comenzar a arder, todos, eso sí, lo hemos visto, hemos visto la luminaria, algunos hemos alcanzado a calentarnos, pero cabe preguntarse, ¿tanto como para arder hasta el extremo de tornarnos ceniza?
    Si amigo, sí, sí, creo que escampa por que mandan, la cuestión que la orden también habita en nuestra boca aunque nos neguemos a reconocerlo.
    Es un placer leerlo y pensarlo, además de un consuelo.
    Reciba un fraternal abrazo.

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