lunes, 1 de noviembre de 2010

UNO ENTRE MIL



Ha muerto el caballero sindical Marcelino Camacho. Petirrojo de humana hechura, que lucía como estandarte de dignidad, humilde peto de roja lana, bajo el que palpitaba pletórico de solidaridad su valiente corazón. Ese que lo guio concienzudo en la ardua batalla de la igualdad en derechos y libertades. Contienda que exige más que palabras e ideas, sacrificios y lealtades, para que ambas sean posibles.
No hemos perdido sólo a un sindicalista, sino a un idealista, en la medida en que defendía ideales que van más allá de la simple mejora salarial o el derecho laboral, esos que buscan cambiar los rumbos que propician esas tempestades, esos, que no son susceptibles de someter al necio criterio de una mesa de negociación, porque no son negociables. Ese ha de ser su precio, el de no ser el precio de nadie ni tampoco poner precio a nadie. Marcelino era un hombre entre mil, así lo certifico el injusto Proceso a que fue sometido. Un hombre que creía en lo que pensaba y pensaba en lo que creía, muchos son los hombres que no hacen ni una cosa ni la otra.
Este hombre de lanas y canas, tejió entorno así una leyenda de leal honestidad que debiera ser ejemplo para todos, compartamos o no sus ideas, porque un hombre leal y honesto es siempre un buen compañero de viaje. Su fortaleza y coraje, las otras dos virtudes que lo adornaban, cierran el círculo de su ejemplaridad en el ejemplo, convirtiéndolo en un hombre ejemplar.
Descanse en paz.

5 comentarios:

  1. Me gustaba Marcelino Camacho.


    Yo también pienso que vivió para la solidaridad y luchó conzienzudamente por los derechos, por la justicia,me ha gustado siempre su valentía y lealtad.

    Me ha gustado la comparación con el petirrojo que has hecho, una imagen sentida y precisa.

    Me ha gustado la descripción que haces:
    " Un hombre que creía en lo que pensaba y pensaba en lo que creía "
    Sí...hay tan pocos...y tan pocos que perseveren en ello si alguna vez lo hicieron.

    Me ha gustado tu precisa alabanza, tu sincero reconocimiento a Camacho, al que me sumo.

    Y ...le hubiera gustado a él , saber por este escrito que ha sembrado esperanza e ilusión en muchos corazones.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Siempre me pareció un hombre honrado, orgullo del sindicalismo. Alejado de afectaciones y pendiente del trabajo de ayudar a los obreros. Es de aquellos que no te abandonan ni te cambian por prebendas y componendas.
    Sincero homenaje al que me sumo sinceramente.
    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  3. Permíteme que conteste aquí al último comentario tuyo en mi blog.

    Todos lo sabían,sí, o al menos lo barruntamban, menos el niño a quien minutos antes se le había dado el encargo de llevarlo a casa. Complicada tarea que no pudo cumplir.
    Tus comentarios están siempre apoyados en la ciencia Röntgen que tus letras poseen; captando lo que el ojo humano apenas percibe.

    Un amigable abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Estimada Antonia:
    Me alegra mucho oírte por aquí, y muy especialmente cuando dices “una imagen y precisa”, porque eso mismo encuentro yo en tus palabras, la precisión de una amista que se hace imagen en la imaginación.
    Volviendo a Marcelino, sólo repetir que era un gran hombre y como tal lo he de recordar.
    Recibe un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Hola César, magnífico entre los que peregrinan, preferido entre los que descansan. Es un placer contar con tus palabras, llenas siempre de cordura, cuerdas siempre hasta ese punto exacto de ironía.
    El poema que te comente, creo entender que en él reflejas la trágica perdida de alguien cercano o conocido.
    El niño, amigo, portaba el encargo y de algún modo lo cumplió porque aún alcanzo a contemplar como se tornaba en ceniza la hoguera de la vida en los ojos del difunto. Eso rescato y eso le puede referir a quienes le duele, siempre que así se lo demanden y tengan para ello ánimo.
    Gracias amigo por tu visita.
    Recibe un fraternal abrazo.

    ResponderEliminar